20 junio 2014

Sincronía

Por los pelos, sudando y con la lengua fuera. Así llegó Fran al Boeing 767 después de una mañana accidentada en la que, como broche final, una huelga de celo de última hora en el aeropuerto casi le deja en tierra. Había facturado la maleta y como equipaje de mano portaba su anticuado ordenador portátil. Buscó su asiento, se desprendió de la americana y doblándola con sumo cuidado la introdujo en el compartimento superior del avión. Echó una rápida mirada al resto de viajeros y, por último, se detuvo en su compañera de asiento que miraba abstraída por la ventanilla.
Cris no podía dejar de mover su pierna derecha con movimientos rápidos, le ocurría cada vez que se ponía nerviosa. Le gustaba viajar, pero no sola. Siempre lo había hecho con Javier. Llevaban dos años divorciados pero, en casos como ese, le echaba en falta. Estaba ensimismada mirando por la ventana cuando alguien se sentó a su lado.
Fran dio los buenos días. Tras un breve silencio preguntó a su vecina, en un gesto de cortesía, si se encontraba bien. Fue entonces cuando ella le miró, permitiéndole contemplar unos enormes ojos grises que le atraparon sin remedio.
Pese al estado de desasosiego de Cris, la presencia de aquel hombre le produjo tranquilidad. Tenía una sonrisa encantadora y miraba directamente a los ojos.
Hubo química enseguida. Durante todo el trayecto hablaron y rieron sin parar.
Nada más aterrizar en Dublin, Fran recogió su americana y se despidió. Le esperaban para una importante reunión y tenía prisa. Cuando se le pasó por la cabeza que podía haberle pedido el teléfono era demasiado tarde.
Para Cris, la Central Station de Ámsterdam no significaba el final del camino. Aquel impetuoso viaje en tren le regaló un alma gemela y una nueva ilusión.





2 comentarios:

  1. Qué pena... dan ganas de decirles: Bobo/a, pídele el número de teléfono, no le/a dejes escapar, tontín/a...

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  2. Si es que hay mucho bobo por el mundo. Por todo el mundo :P

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