Por los pelos,
sudando y con la lengua fuera. Así llegó Fran al Boeing 767 después de una
mañana accidentada en la que, como broche final, una huelga de celo de última
hora en el aeropuerto casi le deja en tierra. Había facturado la maleta y como
equipaje de mano portaba su anticuado ordenador portátil. Buscó
su asiento, se desprendió de la americana y doblándola con sumo cuidado la
introdujo en el compartimento superior del avión. Echó una rápida mirada al
resto de viajeros y, por último, se detuvo en su compañera de asiento que
miraba abstraída por la ventanilla.
Cris no podía
dejar de mover su pierna derecha con movimientos rápidos, le ocurría cada vez
que se ponía nerviosa. Le gustaba viajar, pero no sola. Siempre lo había hecho
con Javier. Llevaban dos años divorciados pero, en casos como ese, le echaba en
falta. Estaba ensimismada mirando por la ventana cuando alguien se sentó a su
lado.
Fran dio los
buenos días. Tras un breve silencio preguntó a su vecina, en un gesto de
cortesía, si se encontraba bien. Fue entonces cuando ella le miró, permitiéndole
contemplar unos enormes ojos grises que le atraparon sin remedio.
Pese al estado
de desasosiego de Cris, la presencia de aquel hombre le produjo tranquilidad.
Tenía una sonrisa encantadora y miraba directamente a los ojos.
Hubo química
enseguida. Durante todo el trayecto hablaron y rieron sin parar.
Nada más
aterrizar en Dublin, Fran recogió su americana y se despidió. Le esperaban para
una importante reunión y tenía prisa. Cuando se le pasó por la cabeza que podía
haberle pedido el teléfono era demasiado tarde.
Para Cris, la Central Station de Ámsterdam no significaba el final del camino. Aquel impetuoso viaje en tren le regaló un alma gemela y una nueva ilusión.
Qué pena... dan ganas de decirles: Bobo/a, pídele el número de teléfono, no le/a dejes escapar, tontín/a...
ResponderEliminarSi es que hay mucho bobo por el mundo. Por todo el mundo :P
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