Sucedió como cuando contemplas unos
impresionantes decorados de cine. Son tan fabulosos y atrayentes que quedas
fascinado al instante. Efecto que permanece mientras te mantienes a cierta
distancia. Todo cambia cuando te acercas lo suficiente y empiezas a fijarte en
pequeños defectos como desconchones o grietas. Y eres plenamente consciente del
fraude cuando traspasas la falsa fachada y descubres un páramo desértico e
inmundo.
Admito que sus estudiadas palabras me
deslumbraron. No fue hasta que se desprendió del disfraz y la máscara cuando la
gran farsa me sacudió obligándome a abrir los ojos, revelándome un amor estéril
de cartón piedra.
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