27 febrero 2014

La última batalla

Había pasado los últimos días arreglando papeles y estaba agotada. Lo primero que hizo nada más llegar a su apartamento fue abrir el grifo y llenar la bañera. Se desprendió de los zapatos con un leve suspiro de alivio, se despojó de la ropa y observó impasible su desnudez en el espejo. Todo el mundo decía que tenía un bonito cuerpo, pero a ella jamás le gustó. Le desagradaba tanto el envoltorio como el contenido. Nunca se enfrentaba a su imagen, pero esta vez fue diferente. No solo aguantó la mirada sobre su figura, sino que se recreó en ella. Por primera vez, calibró su cuerpo como si fuera el de una extraña y le gustó lo que vio. “¡Hay que fastidiarse!”, pensó.
Planeó llevar al baño un benjamín de cava, pero al final optó por un par de latas de cerveza. Lo importante ya estaba decidido. La elección de “The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table”, de Rick Wakeman, no sería la música más adecuada para muchos, pero a ella no se le ocurría una obra mejor. La historia y la leyenda en pugna. Era un vestigio más de lo engañosa que podía llegar a ser la realidad en la que nos movemos.
Comprobó la temperatura del agua. Estaba casi abrasando, como a ella le gustaba. Encendió el cigarrillo que pidió al conserje al llegar y se sumergió despacio en la bañera. Cuando comenzó a sonar “The last battle”, ya se había bebido las cervezas acompañadas de un puñado de ibuprofenos. Ese era el momento esperado y lo hizo sin más. La melancolía que corría por sus venas desde que naciera se diluía junto a su sangre en el agua ya tibia.
…Paz por siempre. Lejos están los días de los caballeros.

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