21 marzo 2017

Maestría

Cierro los ojos en un conmovido deseo por elevarme a la cúspide del placer. Henchido el pecho, me recreo saboreando cada uno de sus movimientos colmados de virtuosismo. Rebosante de gozo, enjugo lágrimas que escapan en el preciso instante en que sus dedos dejan de tocar y el piano enmudece.


No hay comentarios:

Publicar un comentario