17 junio 2016

Principessa

El alba irrumpe por el este.  Gestado en las entrañas sombrías de la noche, el desasosiego se difumina enredado entre siluetas perfiladas que lo engullen. Animoso, empuja el disco a medio insertar en el CD. Turandot, de Puccini, le apasiona. Baja la ventanilla del coche y una ráfaga de aire cálido revuelve aún más su enmarañado cabello. Todo va sobre ruedas y se siente eufórico. Por fin, tras muchas vacilaciones e inseguridades, había hecho acopio del arrojo necesario para encarar sus sentimientos. Ahora ella era toda suya y viajaba junto a él.

Escucha ruidos y sonríe complacido. Su princesa ha despertado. Se enciende otro cigarrillo. El olor dulzón a cloroformo perdura en su mano. Los golpes y gemidos procedentes del maletero arrecian. Algo contrariado, pero sin mudar el gesto, sube al máximo el volumen de la música.

¡All'alba viiiincerò! ¡Vinceròooo! ¡Vinceeeerò!


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