09 agosto 2015

Antes la obligación que la devoción

Espera una llamada. Un nuevo lagrimón rebosante declina hasta la comisura de sus labios humedeciéndolos. Suena el teléfono. «Salvatore no puede ver un nuevo amanecer». Sereno, vierte la cebolla cortada en la cazuela, extrae su revólver del tercer cajón y apaga el fuego. Los Fettuccine alla Sorrentina tendrán que esperar.



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