Nadie me preparó para esto. Años
de planificación física, intelectual y emocional. Horas y más horas de estudio
y duro entrenamiento, que ahora no me sirven para nada. Llevo días sin poder
dormir. Angustiado, me asomo a la ventana. ¡Qué hermosa es!
No puedo dejar de mirarla, tan
próxima y distante, tan perfecta y serena. Muchas veces, acomodado en este
mismo rincón, pienso que podría pasar el resto de mi vida sin hacer otra cosa
que contemplarla, aunque, si pudiera, lo haría acompañado de una aromática copa
de coñac y un buen puro habano.
Hoy todo es distinto, hoy me
sigue pareciendo condenadamente hermosa, pero ha perdido su hechizo, su
influjo, y siento miedo. Tengo un temor atroz ante lo que me espera. La nueva
misión para reemplazarme llegará mañana a la estación, y después de meses de
vida en paz, no quiero regresar a la Tierra.