Caballo perdedor
La suerte, la
mala, se adhirió a mi piel tras nacer. Enraizado en mi fragilidad, sucumbí ante
falsos cantos de sirena que me malearon debilitando mis alas hasta que, una
negra noche, en un negro portal de un negro callejón, un último caballo
plateado galopó desbocado por mis venas, quebrándolas.
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