Tras el fuerte golpe,
consigo abrir los ojos. Tirito. Finas gotas impactan contra mi visera
agrupándose y formando regueros fugaces. Intento incorporarme. El reconfortante
repiqueteo del agua sobre el casco eclipsa las sirenas hasta hacerlas
desvanecer. Adormecido, siento cómo el dolor, el frío y el miedo, dulcemente me van abandonando.