Al despuntar un
nuevo día, y con los primeros rayos de sol regalando su placentera calidez, se
despereza. Ufana, despliega y mece sus bellos pétalos acampanados de un intenso
escarlata aterciopelado. Rodeada de acres de espigas pardas de centeno,
destaca. Eso piensa el labriego que, rudo, la arranca de raíz.