Llevan horas
revolviéndolo todo y el dinero y las joyas de tía Angustias no aparecen.
Colchones, armarios, cajones. Tras registrarlos, hacen lotes para repartirlos
entre los sobrinos. El carillón del viejo reloj de pie vuelve a tocar los
cuartos. Todos odiaron siempre ese armatoste. Hoy mismo lo arrojarían al
vertedero.